De la pitufina al ‘¿Y ahora qué hacemos?’: los clichés machistas que aún dominan la ficción
¡Hola, hermanas del Círculo!
En un pasado muy, muy lejano, cuando yo era jovenzuela, dos personajes marcaron mi amor por el cine: la teniente Ellen Ripley (Alien, 1979) y Sarah Connor (Terminator 2, 1991). Yo ya apuntaba maneras. Sin embargo, en mi juventud estos eran dos ejemplos excepcionales de la representación de las mujeres en la ficción y de eso vengo a hablar hoy.
La ficción que consumimos —ya sean películas, series, cómics o novelas— no surge en un vacío. Refleja y, al mismo tiempo, reproduce las ideas, creencias y prejuicios de la sociedad en la que nace. Por eso, aunque muchas veces nos dejemos llevar por la emoción de la historia, conviene hacer una pausa y mirar con ojo crítico: ¿qué tipo de personajes se repiten? ¿Por qué las mujeres, tantas veces, parecen quedar relegadas a papeles secundarios, decorativos o sacrificables?
La crítica feminista a la cultura popular lleva décadas señalando lo que se conoce como tropos machistas: patrones narrativos que, disfrazados de entretenimiento, perpetúan visiones estereotipadas de las mujeres. En este artículo voy a repasar algunos de los más evidentes (y dañinos): la pitufina, la mujer-lámpara, la mujer en la nevera, la sexy born yesterday y "what do we do now?". Seguramente, al leerlos, te darás cuenta de que no solo los has visto cientos de veces, sino que han moldeado la manera en que entendemos el rol de las mujeres en la ficción… y, por extensión, en la vida real.
El nombre viene de un ejemplo clásico: Los Pitufos. Un pueblo entero lleno de personajes masculinos diversos (el sabio, el gruñón, el bromista, el valiente…) y, entre todos ellos, una sola mujer: Pitufina. Su función no es aportar personalidad, ni arco narrativo, ni siquiera relevancia en la trama: su función es ser “la chica”.
Este tropo, conocido como La Pitufina, es tristemente habitual en la ficción. Consiste en colocar a una única mujer en un grupo de hombres, como si con eso ya bastara para cumplir. El problema es que ese personaje femenino rara vez tiene la misma complejidad que los masculinos.
Un ejemplo paradigmático en el mundo de los superhéroes es Wonder Woman en la Liga de la Justicia (sobre todo en sus primeras representaciones). Mientras Batman, Superman, Flash o Green Lantern tenían historias propias y matices, Wonder Woman estaba ahí principalmente para cumplir el rol de la mujer fuerte y sexy del grupo. El personaje de Penny en The Big Bang Theory cumplía este mismo rol en las primeras temporadas hasta la aparición de Bernadette o Amy, pero también lo hacía la Princesa Leia en la trilogía original de Star Wars, o La Viuda Negra en Los Vengadores de Marvel.
El problema de este tipo de rol es que expone al grupo masculino como la norma y a la mujer como la excepción. ¿El resultado? La idea de que las mujeres son excepcionales, una rareza dentro de un universo masculino. Y que, además, sus identidades quedan reducidas a ser "la chica".
Este tropo es aún más cruel, porque ni siquiera concede relevancia simbólica al personaje femenino. La mujer-lámpara es aquella que, si desaparece de la historia, no pasa absolutamente nada. Es un adorno, un accesorio narrativo, alguien que está ahí para rellenar espacio o dar la ilusión de compañía, pero sin ningún impacto real en la trama.
Un ejemplo claro lo encontramos en muchas películas de acción de los años 80 y 90, donde el héroe masculino tenía una novia o esposa que apenas aparecía en pantalla. Su función era ofrecerle un beso antes de que él salvara el mundo… y luego volver a desaparecer hasta los créditos finales. ¿Recuerdas cuántos diálogos o decisiones relevantes tenían esas mujeres? Ninguno.
Este tropo transmite un mensaje brutal: la vida de las mujeres no importa. Son fácilmente reemplazables, prescindibles, como un objeto que ilumina un rincón pero no cambia la decoración.
En 1999, la guionista y crítica de cómics Gail Simone acuñó un término que ha hecho historia: “Women in refrigerators” (Mujeres en la nevera). El concepto surgió tras leer una escena del cómic de Linterna Verde en la que el héroe descubre que su novia ha sido brutalmente asesinada y metida en una nevera… solo para que su dolor sirva de catalizador en su evolución como personaje.
Desde entonces, el tropo de “la mujer en la nevera” se utiliza para describir todos esos casos en los que un personaje femenino es asesinado, violado o brutalizado con un único fin: hacer avanzar la historia del protagonista masculino.
Y hay ejemplos para aburrir: En series encontramos a The Boys (2019) o Juego de tronos (2011). En los videojuegos podemos recordar Max Payne (2001), The Last of us (2013) o God of war (2005). En el cine podemos pensar en Mad Max (1979), Un ciudadano ejemplar (2009), Origen (2010), Gladiator (2000), The crow (1994), Dracula de Bram Stoker (1992) y un sin fin más. En los cómics de superhéroes, basta con repasar cuántas novias, hermanas o esposas han muerto para que Batman o Spider-Man encuentren un nuevo sentido a su lucha.
Lo grave de este tropo no es solo que elimina a la mujer de la ecuación, sino que refuerza la idea de que la única relevancia que pueden tener las mujeres en la ficción es como detonantes del desarrollo masculino.
Otro tropo clásico, muy vinculado a la ciencia ficción y la fantasía, es el “sexy born yesterday”. El arquetipo es sencillo: una mujer aparece en escena como un ser nuevo, inocente, sin experiencia en el mundo… pero con un cuerpo perfectamente sexualizado que inmediatamente despierta el deseo del protagonista masculino.
Un ejemplo icónico del cine es Leeloo en El Quinto Elemento (1997). Interpretada por Milla Jovovich, Leeloo es una especie de ser supremo, pero en la práctica su rol se limita a ser una mujer infantilizada a la que Bruce Willis protege, enseña y, finalmente, convierte en interés amoroso. Otros ejemplos incluyen personajes de Tron: Legacy (2010), Splash (1984), Encantada: La historia de Giselle (2007), 50 sombras de Grey (2015), Passengers (2016), Wonder Woman (2017), Alita: Ángel de combate (2014)... Y respecto a series podemos pensar en Stranger Things (2016) o, una vez más, The Big Bang Theory (2007), donde Penny no es sólo una pitufina sino también una sexy born yesterday.
Este tropo atiende a una fantasía masculina de inocencia y pureza sexual, posicionando a sus guías masculinos como "el hombre más extraordinario" en sus vidas. Además, combina dos ideas machistas muy potentes:
La infantilización de las mujeres (ellas no saben, hay que guiarlas).
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La sexualización constante (aunque no sepan nada del mundo, sí saben ser atractivas para el héroe).
El resultado es un personaje que nunca puede ser un sujeto autónomo, porque depende del hombre protagonista para aprender, crecer y “ser alguien”.
En 2015, la actriz y productora Reese Witherspoon dio un discurso en los Glamour Women of the Year Awards que se volvió viral. En él, denunciaba un tropo tan repetido en el cine que, cuando lo nombró, muchas personas en la sala asintieron de inmediato. Con ironía, dijo que estaba harta de ver a personajes femeninos que, en medio de una crisis, se giraban hacia el héroe masculino y preguntaban:
“What do we do now?” (¿Qué hacemos ahora?)
La idea es clara: el personaje femenino está ahí, quizá incluso como parte del grupo protagonista, pero su función narrativa se reduce a señalar al héroe y darle la oportunidad de brillar. Ella no propone, no actúa, no resuelve: se limita a esperar que él tenga todas las respuestas.
Este tropo transmite varios mensajes dañinos:
Que las mujeres, incluso en situaciones extremas, no son capaces de tomar decisiones.
Que la valentía y la capacidad de liderazgo son rasgos propios de los hombres.
Que lo femenino funciona como apoyo emocional o narrativo, nunca como motor de la acción.
Ejemplos sobran y algunos pueden verse en este fantástico montaje. Lo más frustrante es que este tropo puede aparecer incluso en películas con mujeres fuertes, independientes y hábiles… hasta que llega el clímax, y entonces se repliegan al rol pasivo de “esperar que él lo solucione”.
Por eso Reese Witherspoon lo señaló con tanto acierto: porque revela una imaginación cultural profundamente limitada, que no concibe a las mujeres como líderes de una situación crítica. Y sin embargo, la historia y la vida cotidiana están llenas de ejemplos de lo contrario.
La pregunta es inevitable: ¿por qué en 2025 seguimos viendo estos tropos en la ficción?
La respuesta tiene varias capas. En primer lugar, porque muchas de las grandes industrias culturales —Hollywood, las editoriales de cómics, la televisión mainstream— han estado históricamente dominadas por hombres y siguen estándolo. Y esos hombres, en su mayoría blancos y de clase alta, han reproducido inconscientemente (y a veces muy conscientemente) sus prejuicios en sus obras.
En segundo lugar, porque estos tropos funcionan como atajos narrativos: son fáciles de escribir, fáciles de reconocer y generan reacciones rápidas en el público. Pero el hecho de que algo sea fácil no significa que sea ni bueno ni justo.
Finalmente, porque la cultura popular es un campo de batalla ideológico. Los clichés no son solo entretenimiento: son mensajes. Si siempre vemos mujeres sacrificables, decorativas o infantilizadas, nuestro cerebro interioriza que esas son las posibilidades que existen para nosotras en el mundo real.
La buena noticia es que cada vez más creadoras, guionistas y directoras están rompiendo con estos estereotipos y proponiendo personajes femeninos complejos, autónomos y, sobre todo, diversos.
Un ejemplo es Mad Max: Furia en la carretera, pero esta vez leído desde otra perspectiva: aunque Max es el protagonista nominal, la verdadera heroína de la película es Furiosa, un personaje complejo que rompe con estos esquemas obsoletos y se convierte en motor de la historia. Por cierto, un afectuoso saludo desde aquí para Jenny Beavan, responsable del vestuario de la película, por servir coño en la gala de los Oscars de 2016.
Pero no se trata de que los personajes femeninos de la ficción sean siempre las heroínas de la historia, oh, seres de luz. Lo que es urgentemente necesario son mujeres en la ficción con agencia propia, que sean el motor de las historias, que tengan perspectiva propia, porque aquí we support women's rights... and wrongs. Así que también necesitamos más Pearls (Pearl, 2022), más Maxines (Maxxxine, 2024), más Carries (Carrie, 1976), más Danis (Midsommar, 2019), más Susies (Suspiria, 2018), más Jennifers (Jennifer’s Body, 2009) o más Cassies (Promising young woman, 2020).
Afortunadamente, cada vez hay más historias que entienden que las mujeres no son adornos ni instrumentos narrativos, sino sujetos con motivaciones, contradicciones y deseos propios.
Reconocer estos tropos machistas en la ficción no significa dejar de disfrutar de estas películas, cómics o series. Significa verlas con ojos críticos, comprender qué ideas transmiten y, sobre todo, exigir narrativas mejores.
Porque al final, lo que consumimos importa. Y si la ficción que nos rodea está plagada de Pitufinas, mujeres-lámpara o chicas “inocentes pero sexys”, eso limita nuestra imaginación colectiva. Necesitamos más personajes que nos recuerden que las mujeres son mucho más que un accesorio narrativo.
Y la buena noticia es que, poco a poco, estamos viendo ese cambio.
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