Planes para navidad: Guía de supervivencia
¡Hola, hermanas del Círculo!
Ya ha llegado diciembre, esa época del año en la que parece que todas las luces del universo están puestas en tu barrio, los jingles te producen pesadillas y los supermercados te quieren convencer de que necesitas comprar jamón para 20 personas aunque seas vegana. Pero tú y yo sabemos que hay una forma de vivir estas fechas sin querer gritar en mitad del pasillo de los turrones.
Antes de que el cristianismo monopolizara estos días, el solsticio de invierno ya era motivo de fiesta porque es el día más corto del año, y después de eso, por fin, la luz vuelve a ganar terreno. El antiguo pueblo romano celebraba las Saturnales, que básicamente eran una rave con toga: había intercambio de regalos, banquetes y, atención, los roles sociales se invertían: dicen que los esclavos y esclavas mandaban durante un día.
Mientras tanto, en los países nórdicos, se celebraba Yule, una fiesta que incluía hogueras, cantos y decoraciones con ramas de pino, que simbolizaban resistencia y vida.
Con el tiempo, el cristianismo (y después las grandes corporaciones) le puso su sello y su marketing, y aquí estamos, con belenes en cada escaparate y poca idea de dónde viene realmente todo esto.
No todo es alegría y felicidad en navidad. Muchas personas pasan por momentos duros en estas fechas: la pérdida de alguien especial se siente más fuerte, el balance del año puede ser desastroso, y el consumismo desmedido nos grita al oído que si no gastas, es que no estás estás haciendo bien la navidad.
Además, la presión por estar felices todo el tiempo puede ser agotadora. Y es que a veces lo único que quieres es quedarte en casa, ponerte una manta y decirle al mundo: “Hoy no estoy para nadie”. Y está bien. La navidad también puede ser un momento para cuidarte a ti misma y buscar pequeñas cosas que te hagan feliz.
Aquí te dejo algunas ideas para que sobrevivas a la navidad como una profesional (sin hipotecar tu casa ni tu salud mental):
1. Chocolate caliente cada fin de semana
Porque te lo mereces. Nada dice “hygge” como una buena taza de chocolate casero. Además, haciéndolo en casa te libras de esas cafeterías abarrotadas donde parece que todo el mundo quiere pelearse por el último croissant. Añade un toque especial: canela, menta, un poquito de chile o incluso un chorrito de licor si te lo pide el corazón.
2. Decoración natural
Olvídate de las bolas de plástico que se rompen con mirarlas. Puedes optar por piñas, ramas de pino, rodajas de naranja seca, palos de canela… Con un paseo por el campo y un poco de imaginación, puedes tener una decoración digna de Pinterest, si ese es tu rollo. Además, huele bien y no necesitas vender un riñón para conseguirla.
Hablando de olores ricos, ¿hay algo más relajante que una vela encendida en una noche fría? Añade aceites esenciales de naranja, vainilla, canela, clavo o abeto, y tendrás una casa que huele a navidad sin necesidad de comprarte un árbol que se te va a morir en dos semanas. Y si te quieres comprar uno de plástico, pues está bien, yo también lo tengo. Pero no huele rico y eso es una clara desventaja.
4. Paseo entre luces navideñas
Como decía, no hace falta gastarse un dineral en decoraciones: tu ciudad ya lo ha hecho por ti. Sal a dar un paseo, haz fotos y disfruta de la magia visual de las luces. Bonus: inventa historias sobre quién vive en las casas decoradas más extravagantes. Si los villancicos te dan ganas de tirarte delante de un autobús tras arrancarte los tímpanos a mordiscos, no te olvides los auriculares.
5. Cocina especiada y amorosa
Puedes dedicar un rato a cocinar platos que te abracen el alma. Galletas de jengibre, infusiones con canela o sopas calientes: la cocina navideña puede ser tu refugio del caos exterior. Y si no te gusta cocinar, pues compra algo precocinado en el mercado del barrio y sírvelo en un plato bonito. La intención es lo que cuenta.
Visitar un mercado navideño no implica necesariamente gastar. Pasear entre los puestos y disfrutar del ambiente puede ser suficiente. Y si compras, priorizar el comercio local o artesanal siempre es bien; apoyar a quienes trabajan con sus manos siempre es motivo de alegría.
7. Cuentos de fantasmas
Leer cuentos de fantasmas en navidad era una tradición victoriana que a mí personalmente me parece chulísima. Ponte cómoda con una manta, un té caliente y un buen libro de relatos inquietantes. Te dejo aquí un par de recomendaciones y una tercera lectura que me he apuntado en mi lista de deseos:
- Cuentos victorianos de Navidad, de Alianza Editorial
- Cuentos de Navidad misteriosos, de Alma Clásicos Ilustrados
- Cuentos victorianos de fantasmas para Navidad, de Minotauro
8. Día del pijama
Este plan es un absoluto imprescindible. Después de pringar como una cabrona todo el año, te mereces un día entero en pijama, sin obligaciones y sin culpa. Porque, seamos sinceras, lo mejor de la Navidad no es el turrón: es no tener que ir a trabajar durante unos días.
En un mundo cada vez más hostil para cada vez más personas, es importante crear espacios de calma y conexión. No se trata solo de descansar o disfrutar; se trata de recordar que la vida debe ser cálida y significativa incluso en medio del caos.
Estas pequeñas acciones, como elegir decorar con elementos naturales o dedicar tiempo a cocinar algo rico, son una forma de resistencia frente al odio y la deshumanización. Además, podemos aprovechar esta época para reflexionar: ¿qué podemos hacer, por pequeño que sea, para construir un mundo con menos odio? Tal vez sea donar tiempo, apoyar causas sociales, unirnos a la asociación feminista del barrio, abandonar esa red social de la que usted me habla, o simplemente ser amables con la persona que conduce el autobús o con quien limpia la oficina.
Como dijo Audre Lorde, “cuidarme a mí misma no es autoindulgencia, es autopreservación, y eso es un acto de guerra política”. Así que sí, tomarte un día de pijama o un rato para leer cuentos de fantasmas también es una forma de decirle al mundo: Me bajo de esta rueda pero aquí sigo, y no voy a rendirme.
La navidad no tiene que ser una maratón de gastos ni una competición de felicidad. Puede ser un refugio, un momento para cuidarte y reconectar contigo misma. Crea tus propias tradiciones, ignora lo que no te sirve y celebra a tu manera. Porque, al final del día, la única persona que tiene que estar contenta con tu navidad eres tú.
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