El arte de parar en invierno (y sobrevivir al capitalismo)

¡Hola, hermanas del Círculo! 🌙✨

Las fiestas han terminado, pero el invierno aún continúa. En esta época la naturaleza se toma un respiro y, paradójicamente, a nosotras se nos exige que sigamos a tope, con la productividad por las nubes y los propósitos de año nuevo brillando como un foco molesto en la cara: volver a hacer ejercicio, ponerme a dieta, dedicar tiempo a esto... Resulta que yo cada vez estoy más convencida de que si las personas tomáramos ejemplo de la naturaleza nos iría mucho mejor, y nuestra salud mental nos lo agradecería. Es decir, si la naturaleza se pausa, ¿por qué no pausar yo también?

Hoy me apetece charlotear un poco sobre la importancia de los ciclos naturales y cómo el invierno nos invita, literalmente, a parar. Sin hojas en los árboles, sin flores compitiendo por likes de Instagram, sin "maratones" de lo que sea (bueno, igual de pelis sí). El invierno es el slow living que el capitalismo intenta vendernos en formato hygge, pero gratis.

Vamos a ello.

Pausar: el gran acto de rebeldía

Si algo he aprendido observando la naturaleza es que ella no se disculpa por tomarse un respiro. Los árboles no tienen prisa por sacar hojas nuevas, los animales no sienten culpa por hibernar, y el suelo se toma su tiempo para regenerarse. Pero nosotras no. Nosotras tenemos que estar a full todo el año.

Vivimos en una sociedad que nos dice que pausar es de vagas, que si no haces algo "productivo" estás perdiendo el tiempo. Pero a mí me parece que esta narrativa solo beneficia a quienes quieren exprimirnos como naranjas. Si no puedes con las prisas, quizás sea porque no deberías poder.

El invierno nos pide que bajemos el ritmo, no porque sea bonito ni poético, sino porque es necesario. Y sí, desconectar también es un acto de resistencia.

¿Cómo pausas cuando tienes que currar 8 horas al día?

Lo que está claro es que esto de la pausa invernal no siempre es viable. Yo, por ejemplo, entro a trabajar entre las 7:00 y las 8:00 de la mañana, pillo retenciones por el camino casi todos los días, tengo reuniones que podrían haberse resuelto en dos emails o una llamada, las tareas que te caen a última hora y otras mierdas más que te serán conocidas, además de las tareas domésticas. ¿Dónde cabe reconectar contigo y la naturaleza y toda esta mandanga? Spoiler: ¡Es que no cabe, amiga! Pero puede que sea posible buscar algunos huequillos… Se me ocurren algunas ideas que me gustaría ir poniendo en marcha:
  •  A veces, se pueden hacer pausitas en el curro: No digo que uses tus horas de trabajo para meditar (aunque a veces no estaría mal, sinceramente). Hablo de encontrar pequeños momentos de respiro, de no saltarse el descanso del café o simplemente irte al baño respirar hondo unos minutos cuando tienes que escuchar la enésima mierda del día.
  • A la mierda la multitarea:  No somos ordenadores, somos personas. Es mejor hacer una sola cosa a la vez, digan lo que digan. Lo que se pueda esperar, que se espere, por mucho que nos cueste. A mí también me es difícil, pero quiero aprender a priorizar, no por productividad, sino porque mi cerebro también tiene derecho a descansar entre una cosa y otra.
  • Decir que no es autocuidado: ¿Te piden algo fuera de tu horario? ¿Una tarea que no te corresponde a ti pero que siempre has estado haciendo? Practica el arte milenario del no educado pero firme. Decir que no, no solo es revolucionario, también es terapéutico.
  • Mini pausas intencionadas: ¿Y si nos pasamos 5 minutos mirando por la ventana? ¿Y si te pones Spotify un ratito y escuchas una canción que te gusta (esto yo no puedo, porque nos han prohibido ponernos auriculares en el trabajo)? ¿Y si lees el periódico quince minutos?
Lo que no podemos seguir haciendo es asumir más carga de trabajo de la que podemos y hacer horas extras para que los proyectos salgan a tiempo y se cumplan unas fechas de entrega que tú no has decidido. Si no hay consecuencias por la sobrecarga, porque te las comes tú, nunca cambiarán las cosas. Igual tenemos que empezar a decir: “No es posible”, “no da tiempo”, “no va a ser”. No digo que sea fácil, ojo, pero podemos pensar un poquito en esto…

Pausar para cuidarte

El invierno, con su oscuridad y sus días cortos, nos invita a mirar hacia adentro. Pero cuidado, no hablo de la toxicidad de los mantras de “trabaja en ti misma para ser tu mejor versión” que tanto veo en Instagram y que me hacen salir sarpullidos. Hablo simplemente de parar y escucharte, sin filtros ni exigencias. Hablo de hacer cosas que disfrutemos sin un objetivo concreto: leer, dibujar, cocinar, ver pelis… Aunque lo que hagas sea un churro. Hablo de charlar contigo misma como si estuvieras pirada para preguntarte qué necesitas. Probablemente la respuesta incluya "dormir". El autocuidado radical es irte a la cama a las 9 como la anciana decrépita que eres en tu interior y no sentirnos mal por ello. Hablo de hacer cosas absurdas cuando estamos solas, como bailar en pijama como si nadie estuviera mirando. Lo que sea que te recuerde que eres algo más que tu yo productivo.

No creo que necesitamos convertirnos en el proyecto de slow living de ninguna cuenta de Instagram. Pero podemos simplemente ser.

Reconectar con la naturaleza

A mí me cuesta mucho salir en invierno, pero tampoco puedo quedarme encerrada en casa hasta la primavera porque me pego un tiro metida todo el día entre cuatro paredes. El invierno tiene una belleza… “peculiar” que también podemos descubrir, aunque sea con cinco capas de ropa.

Podemos aprovechar un rato del fin de semana para salir a un parque cercano, o a la playa o al monte o lo que tengamos cerca. Y fijarnos en los pequeños detalles: las hojas que crujen, el aire frío, cómo huele el ambiente… Todo lo que nos rodea en invierno está en pausa. La naturaleza no corre, no se acelera, no necesita demostrar nada. Quizás deberíamos aprender algo de ella.

El antídoto al invierno capitalista

Ya sabemos que el sistema intenta robarnos cualquier cosa buena, y el invierno no es una excepción. Que si ofertas post-navidad, que si planes para "no perder el tiempo", que si "reinventarte para triunfar". Hasta el moño.

Pues aquí está tu recordatorio amistoso: el invierno no es un puto sprint. No necesitamos reinventarnos, ni ser más productivas, ni tener una lista de propósitos que olvidaremos antes de que llegue febrero. Si queremos pasar el finde entero en pijama viendo series, ¡lo vamos a hacer! Si queremos priorizar el descanso por encima de todo, estamos ganando.

Reivindicar el derecho a la pausa y la tranquilidad no solo es un gesto hacia nosotras mismas, también es una bofetada al sistema. Porque sí, descansar es revolucionario, y cuidarte es radical.


Abrazar el invierno desde la pausa

En fin, queridas hermanas, el invierno nos enseña algo importante: no siempre hay que estar creciendo, floreciendo o demostrando algo. A veces, simplemente, hay que estar. Como los árboles desnudos, como el suelo descansando, como la noche que nos regala más horas para acurrucarnos.

Así que este invierno, vamos a ver si soy capaz de darme permiso para pausar, para escucharme, para desconectar del ruido y reconectar conmigo y con la naturaleza. Porque, como bien nos enseña la tierra, hay un tiempo para todo, y ahora es el tiempo de la pausa. ¿Lo intentamos juntas?

Nos leemos pronto, hermanas. 🌨✨

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