10 acciones cotidianas para combatir el fascismo desde casa

¡Hola, hermanas del Círculo!

La palabra “fascismo” a veces nos suena grande, antigua, incluso teatral, ¿verdad? Pero no hacen falta camisas negras ni marchas con antorchas para que el fascismo avance. Actualmente lleva traje, va en patinete, tiene perfil verificado en redes o una columna semanal en un medio de comunicación de masas.

En los últimos años, hemos visto cómo crecen la intolerancia, el autoritarismo, el odio organizado contra las personas más vulnerables: migrantes, mujeres, personas trans, pobres, personas racializadas, disidencias políticas y sexuales. Ya no se esconde ni se disfraza. Al contrario: se envalentona, grita más fuerte y se presenta como sentido común.

En el mundo, partidos y gobiernos abiertamente autoritarios están en el poder o ganando terreno. En Europa, retroceden derechos fundamentales mientras se levantan muros físicos y legales. En nuestro país, cada vez más voces justifican lo injustificable, piden “mano dura” para todo menos para los de arriba y venden odio como si fuera patriotismo.

Y no, esto no se arregla solo en las urnas.

Ahora bien: ¿qué podemos hacer desde nuestra humilde casa para combatir el fascismo? Porque no todas tenemos tiempo, salud o capacidad para estar en la calle cada semana. No todo el mundo puede militar en un colectivo o participar en un sindicato. Pero eso no significa que no podamos hacer nada.

Aquí van 10 formas concretas de plantar cara al fascismo sin salir de casa. Sin postureos, sin recetas mágicas. Solo pasos pequeños pero poderosos.

1. Cuida tu algoritmo como si fuera tu jardín

Los discursos de odio no se propagan solos: lo hacen con ayuda de los algoritmos de Meta, X o TikTok. Si pasas tiempo en estas plataformas, decide a qué quieres darle visibilidad. No interactúes con contenido que promueve ideas fascistas, ni siquiera para criticarlo: eso también lo alimenta. Bloquea, silencia, reporta. Limpia tu feed y cuida lo que amplificas.

¿Quieres ir un paso más allá? Cierra tus cuentas en redes que sistemáticamente amplifican el odio. O empieza por dejar de usarlas como fuente de información.

¿Te sigues enterando de todo por medios sensacionalistas o cuentas de "noticias" que alimentan el pánico moral? Deja de seguirlas. Llena tu espacio digital de referentes que promuevan una cultura de derechos. No hace falta convertir tus redes en una trinchera, pero sí usarlas con conciencia.

2. Suscríbete a medios pequeños, independientes y antifascistas

Apoya el periodismo que fiscaliza el poder y da voz a quienes no la tienen. Algunos medios hacen un trabajo valiente con recursos mínimos: El Salto, Pikara Magazine, ctxt, La Marea… Si no puedes pagar, comparte sus artículos, recomiéndalos, léelos. Hacer circular pensamiento crítico es parte de la resistencia.

3. Dona —aunque sea poco— a quien está haciendo el trabajo duro

No todas podemos estar en la calle, pero sí podemos sostener a quienes están en primera línea. Colectivos migrantes, antirracistas, LGTBIQ+, sindicales o feministas hacen frente cada día a leyes injustas, recortes, discursos de odio y violencia real. Un par de euros al mes marcan más diferencia de la que imaginas.

Si te lo puedes permitir, elige una causa que te importe y contribuye de forma regular, aunque sea simbólica. Si no, apoya públicamente su contenido y acciones. Difunde su discurso.

4. Habla. En casa, en el trabajo, en el grupo de WhatsApp

El fascismo se nutre del silencio, del “mejor no meterse”. Hablar no siempre significa dar discursos: a veces es simplemente no reír una broma racista, señalar que esa frase que parece inocente no lo es, cuestionar lo que se da por hecho.

Sí, es incómodo. Pero el silencio lo será más cuando todo esto avance un paso más. Usa tu voz. Es una de tus herramientas más poderosas.

5. Cuestiona tus propias ideas

No somos inmunes. Nadie lo es. Vivimos en sistemas que premian la indiferencia, el individualismo y el clasismo. Revisemos nuestros sesgos. Escucha a personas con experiencias diferentes a la tuya. Lee autoras racializadas, activistas trans, pensadoras del Sur Global… Alimenta tu pensamiento crítico, comparte conocimiento y mantente en constante aprendizaje.

6. Apoya (o monta) redes de apoyo mutuo

No hace falta fundar una ONG. Basta con empezar una red de trueque en tu barrio o apoyar una asociación de tu pueblo. Si lo haces de forma sostenida y horizontal, estás construyendo comunidad. Y donde hay comunidad, el fascismo puede tenerlo más difícil.

7. Apuesta por el lenguaje inclusivo y la representación real

Sí, incluso en casa. En tus correos, tus escritos, tus proyectos personales. El lenguaje no cambia el mundo por sí solo, pero sí moldea cómo lo pensamos. Resistir también es nombrar lo que existe y a quienes siempre se ha silenciado.

8. Desmonta bulos. Uno por uno.

Si tienes un primo que reenvía bulos a lo loco, no le bloquees: mándale un enlace a la noticia real o al artículo que lo desmonta. Si alguien dice algo dudoso en una conversación, pregunta cuál es la fuente o de dónde lo ha sacado. No para humillar, sino para invitar a la reflexión. La desinformación es gasolina para el fascismo. Cortarle el grifo empieza en lo cotidiano.

9. Usa el humor como herramienta política

Si el fascismo es cosa seria, nuestra respuesta no puede serlo menos. Y eso incluye —sí, también— el humor. El humor es político. No es neutral. Y el que necesitamos no se ríe de quienes ya sufren discriminación o violencia. Ese humor no tiene ninguna gracia, solo cobardía. El humor que necesitamos es el que apunta hacia arriba: que ridiculiza a los poderosos, que revela lo absurdo del sistema, que se burla de quienes se creen intocables.

Apoyemos a cómicas y cómicos que hacen humor de clase, de género, de disidencia. Humor incómodo, inesperado. Humor como herramienta de crítica, no como arma de opresión. Reírnos de los ricos, de los fascistas, de los corruptos, de los que se creen mejores que tú y que yo. Porque reír también es resistir. Y reír juntas, aún más.

10. No lo hagas tú sola

Busca espacios donde puedas pensar, resistir y crear con otras personas. Grupos de lectura, talleres online, chats de Telegram, foros pequeños... No necesitas miles de seguidores ni una tribuna. Solo hace falta conexión, afecto político y ganas de resistir juntas.

¿Y si no puedes o no te puedes permitir hacer todo esto? No pasa nada. Nadie puede hacerlo todo. Pero sí podemos elegir hacer algo. Lo importante es empezar. Desde casa, desde el día a día, desde el cuerpo que somos. No porque sea fácil, sino porque es urgente. 

¿Tienes alguna otra idea que poner en marcha desde tu salón? Compártela. Las resistencias cotidianas también merecen ser contadas.

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