Flores y fuego: Lo que nadie nos cuenta sobre la primavera

¡Hola, hermanas del Círculo!

Ya estamos en el pico de la primavera y todo parece florecer: los campos, los días, el ánimo (bueno, eso depende). Estamos metidas ya de lleno en la estación de las flores, el sol suave (si eres afortunada, no suele ser el caso en la costa de Bizkaia), el resurgir de las terrazas y la vuelta de las alergias. Pero con ella, también vuelven antiguas celebraciones que honran este renacimiento del mundo natural. En esta entrada vamos a ver cómo las flores y las fiestas primaverales nos conectan con la tierra y con los ciclos de la vida, y qué podemos hacer para celebrar esa energía de renovación. 

El simbolismo de las flores

Más allá de las florecitas del escaparate y el bombardeo de “mood primaveral” en redes sociales, la primavera ha sido desde siempre una época de celebración colectiva. Y no por casualidad. Durante siglos, nuestras antepasadas y antepasados han celebrado la primavera no porque "apetezca más salir", sino porque marca un cambio radical: la vuelta de la vida tras el letargo del invierno. Las semillas germinan, la tierra se ablanda, la luz gana espacio... y con ella llegan rituales, fiestas, símbolos. Y uno de los elementos más universales en estas celebraciones son las flores.

Las flores han sido desde siempre un símbolo de belleza y perfección efímera. En culturas de todo el mundo marcan los momentos de cambio, los rituales de paso y las celebraciones estacionales. En primavera, cuando empiezan a aparecer por todas partes, se convierten en un recordatorio visual de que la vida vuelve y se regenera.

Más allá de su valor decorativo, muchas personas conectan con las flores como una forma de anclarse al presente y al entorno. Recolectar flores silvestres con respeto, cultivar nuestras propias plantas o incluso hacer arreglos florales si tienes maña puede convertirse en un pequeño ritual de presencia y conexión.

Fiestas primaverales: tradiciones que florecen

Aunque vivimos en un mundo donde el calendario laboral manda más que el solar, siguen quedando restos de esas celebraciones estacionales que conectaban con los ritmos de la tierra. Por ejemplo:

  • El equinoccio de primavera: La fiesta pagana de Ostara celebra el equilibrio entre la luz y la oscuridad, y el despertar de la tierra tras el letargo invernal. Los huevos decorados y las semillas son símbolos comunes de esta fiesta.

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  • Beltane (1 de mayo): En la tradición celta, es la fiesta del fuego y la fertilidad. Se celebra la unión y el florecimiento total de la naturaleza. En la fiesta del May Pole del Reino Unido, Alemania o Austria se encienden hogueras, se baila y la gente se adorna el pelo con flores.

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  • Fiestas locales: Dependiendo del lugar, también se celebran ferias de flores, romerías o tradiciones ligadas al ciclo agrícola.  La Feria de Abril, el Hanami japonés, o incluso el Día de la Madre, están impregnadas de simbolismo natural. Y es que la mayoría de estas celebraciones tienen algo en común: vida que brota, fuego que renace, cuerpos que se activan, ganas de estar fuera, juntas, de hacer comunidad.

Conectarnos con la naturaleza en primavera
¿Y esto qué tiene que ver contigo y conmigo? Pues mucho. Porque reconectar con estas tradiciones (más allá de la versión comercial) es una forma de resistir. De resistir al individualismo, al agotamiento permanente. Pararte a mirar un árbol en flor, recoger flores silvestres con respeto, celebrar el cambio de estación, incluso organizar una comida al aire libre, es una manera de expresar que seguimos aquí, en este cuerpo, en este mundo que gira, a pesar de todas las dificultades.

Además, estas fiestas tienen un componente profundamente feminista y político si lo miramos bien: eran momentos de comunidad, de cuidados colectivos, de rituales compartidos entre mujeres, aunque nos hayan contado lo contrario, de pausa en el trabajo productivo. No es casualidad que la modernidad capitalista las haya domesticado, folklorizado o directamente borrado. Además de celebrar estas fiestas, la primavera es una gran oportunidad para reconectar con lo natural. Algunas formas sencillas de hacerlo:

  • Pasear por el campo observando los cambios: flores nuevas, cantos de aves, colores más vivos.

  • Preparar infusiones o pequeños remedios con hierbas de temporada.

  • Crear un espacio en casa con elementos naturales: flores, piedras, semillas...

  • Hacer un ambientador casero con aceites esenciales de jazmín, naranja dulce, lavanda, limón e ylang-ylang.

Celebrar la estación de forma sencilla

Volver a conectar con estas celebraciones no es un capricho hippie. Es, en parte, recuperar una forma de vivir donde el tiempo no se mide solo en productividad y rendimiento. Donde la belleza de una flor no es algo ornamental, sino una señal de que la vida sigue y se renueva. Donde celebrar la primavera no es ponerse una corona de margaritas para Instagram, sino recordar que formamos parte de la naturaleza, no estamos por encima de ella.

Así que si estás leyendo esto con una taza de té en la mano y una planta medio seca al lado, piensa en esto: ¿y si esta primavera no se tratara de “aprovecharla”, sino de vivirla como un gesto de resistencia, de cuidado y de memoria?

No hace falta organizar grandes eventos. A veces basta con encender una vela, recoger una flor, preparar una comida con ingredientes frescos de temporada o regalar un ramo silvestre. La primavera nos invita a despertar, a celebrar que seguimos aquí, en este ciclo constante de renacimiento.

¿Tú también sientes que todo empieza de nuevo cuando florecen los campos? Cuéntamelo en los comentarios o comparte cómo celebras tú esta estación. Nos leemos pronto.

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