8 novelas victorianas para entender la obsesión por el siglo XIX 📚
¡Hola, hermanas del Círculo! 📚
Hay algo en el siglo XIX que sigue fascinándonos, ¿verdad? Sobre todo cuando el frío se instala de verdad y el cielo se vuelve gris plomo. En la costa de Bizkaia, ya es invierno disfrazado de otoño: la lluvia golpea los cristales, la niebla cubre las montañas, hace un frío del carajo y las tardes parecen hechas para una manta, una taza de té humeante y una novela victoriana.
Pero, ¿por qué seguimos obsesionadas con una época que, para las mujeres, fue una cárcel con encaje?
No hay muchas que quisieran vivir en el siglo XIX —ni en Londres, ni en Yorkshire, ni en ningún lugar del "Imperio", ni en nuestro propio país—. Sin embargo, cuando abrimos Jane Eyre o Cumbres borrascosas, cuando nos perdemos en Norte y Sur o La dama de blanco, volvemos una y otra vez a ese mundo de nieblas, secretos, pasiones reprimidas y caserones llenos de ecos. Quizá porque, en el fondo, esos libros hablan de algo que aún nos toca muy de cerca: el deseo de libertad en un mundo que nos la niega.
Una época que las mujeres no eligieron, pero que sigue hablándonos
La Inglaterra victoriana (1837–1901) fue, para las mujeres, una época de limitaciones extremas. Sin derecho a voto, sin acceso a la educación superior, sin posibilidad de heredar propiedades o manejar su propio dinero, con el matrimonio como único destino y poquísimas opciones laborales para las más pobres. El ideal femenino era el “ángel del hogar”: pura, abnegada y callada.
Pero lo que pocas veces se recuerda es que antes de la industrialización, las mujeres sí trabajaban fuera del hogar. Durante la Edad Media y hasta bien entrado el siglo XVIII, lo hacían en casi todos los oficios: eran cerveceras, herreras, curanderas, comerciantes, copistas, artistas e incluso trabajaban en el sector de la construcción. Sin reconocimiento formal, eso sí, pero con presencia.
Fue la llegada del capitalismo industrial la que las expulsó del espacio público, confinándolas en el hogar y convirtiendo su función principal en la de reproductoras de la fuerza de trabajo: madres de futuros obreros.
Y sin embargo, incluso en ese contexto, surgieron escritoras que desafiaron las normas. Las hermanas Brontë, Elizabeth Gaskell o Mary Ann Evans (George Elliot) escribieron desde los márgenes, usando las palabras como herramienta de crónica de una época y resistencia.
El encanto oscuro del siglo XIX
Quizá por eso nos atrae tanto. No porque quisiéramos vivir allí, sino porque en esas historias late una tensión constante entre represión y deseo, entre lo permitido y lo prohibido. Las novelas victorianas son perfectas para los meses fríos porque respiran esa atmósfera melancólica que acompaña al invierno: la oscuridad de los paisajes, las emociones contenidas, la sensación de que algo acecha detrás de la puerta.
Hay un magnetismo en esas mujeres que arden en silencio. Jane Eyre, que exige ser tratada como igual; Catherine Earnshaw, salvaje e indomable; Margaret Hale, que planta cara a los empresarios del norte industrial; Anne Brontë, que se atreve a narrar la huida de una mujer maltratada.
Ellas representan una rebelión silenciosa que sigue resonando hoy, cuando muchas seguimos resistiendo bajo las normas invisibles del patriarcado.
8 libros victorianos que explican nuestra obsesión
🌪️ 1. Cumbres borrascosas, de Emily Brontë
Un clásico salvaje y tempestuoso, tan áspero como el páramo en que transcurre. Cumbres borrascosas no es una historia de amor romántico, sino de obsesión, venganza y odio. Emily Brontë desafió todas las normas de su tiempo al escribir sobre pasiones incontrolables y sobre los sentimientos más oscuros del ser humano. Emily, mi imperio romano, escribió una historia que no se parece a ninguna otra. Ideal para noches de tormenta y mantas pesadas.
⚙️ 2. Norte y Sur, de Elizabeth Gaskell
Un retrato brillante del conflicto entre clases, entre la Inglaterra rural y la industrial. Margaret Hale es una protagonista que combina sensibilidad y determinación, y que no teme decir lo que piensa. Más allá del romance, Gaskell teje una reflexión sobre las clases sociales, el trabajo y la empatía. Leerla en diciembre, cuando el frío y el humo de las chimeneas recuerdan las fábricas del norte, tiene un sentido casi natural.
🕯️ 3. La dama de blanco, de Wilkie Collins
Considerada la primera gran novela de misterio de la era victoriana, mezcla intriga, locura y manipulación con un subtexto sorprendente para su época. Collins denuncia los abusos de poder masculinos y la indefensión legal de las mujeres ante los matrimonios forzados. Una trama de secretos familiares, mujeres encerradas y gaslight emocional antes de que el término existiera. Una lectura perfecta para quienes disfrutan de lo gótico, lo sombrío y los secretos familiares.
🔥 4. Jane Eyre, de Charlotte Brontë
Una joven huérfana que exige ser tratada como igual en una sociedad que la considera inferior. Jane Eyre es la historia de una mujer que busca amor sin renunciar a su dignidad. Cada lectura revela algo nuevo sobre la independencia de las mujeres, la fe en una misma y la fortaleza moral. No obstante, siempre pensaré que el señor Rochester no estaba a la altura... Jane deserved better.
🕰️ 5. Hijas y esposas, de Elizabeth Gaskell
Una novela que retrata con delicadeza el paso del tiempo, las jerarquías sociales y las pequeñas tragedias cotidianas de la vida provincial. Su protagonista, Molly Gibson, encarna la inteligencia emocional que tantas veces se negaba a las mujeres de su tiempo. Es una lectura tranquila, con un humor delicioso, como una tarde lluviosa frente al fuego.
💀 6. El extraño caso del doctor Jekyll y mister Hyde, de Robert Louis Stevenson
Más que una historia de terror, es una metáfora sobre la doble moral de la sociedad victoriana: la fachada respetable frente a los impulsos reprimidos. Stevenson disecciona la hipocresía de una época que exigía virtud pública y toleraba el pecado privado. Una lectura perfecta para diciembre, cuando las sombras se alargan y la línea entre el bien y el mal se difumina.
👒 7. La inquilina de Wildfell Hall, de Anne Brontë
Una mujer que huye de su marido maltratador y alcoholizado, y se atreve a contar su historia en una sociedad que no la escucha. Anne Brontë escribió una de las primeras novelas abiertamente feministas de la historia, un alegato contra la violencia machista, una denuncia de las penurias del alcoholismo, la dependencia y la opresión doméstica. Un libro valiente que sigue siendo incómodo, y por eso necesario.
💧 8. Agnes Grey, de Anne Brontë
Basada en la propia experiencia de la autora como institutriz, esta novela muestra con crudeza la precariedad y el desprecio que sufrían las mujeres trabajadoras de clase baja. No hay heroísmo romántico, sino realismo y dignidad silenciosa. Leer Agnes Grey en un día de lluvia es como mirar un cuadro gris y bello: sencillo, triste y profundamente humano.
Lo que esconden estas novelas
Más allá de la estética de corsé y lluvia, lo que nos fascina del mundo victoriano no es su elegancia sino su oscuridad moral. Nos atrae porque sigue siendo el espejo deformado de lo que somos: una sociedad que sigue juzgando a las mujeres por salirse del molde, que sigue hablando de “ángeles del hogar” con otros nombres.
Estas novelas nos interpelan porque fueron escritas por mujeres (y algunos hombres lúcidos) que miraban el mundo con rabia contenida y con una lucidez incómoda. Y quizá por eso, cuando el viento arrecia en diciembre y la lluvia golpea los cristales, sentimos que ese siglo nos entiende.
Leer lo victoriano para sobrevivir al presente
Leemos a las Brontë, a Gaskell o a Collins no por nostalgia, sino por reconocimiento. Porque aún vivimos en una sociedad que premia la contención y la abnegación femenina, que teme a las mujeres que piensan, que castiga a las que se salen del papel asignado.
Y porque, a pesar de todo, las novelas victorianas nos ofrecen una forma de resistencia íntima: refugio, consuelo y una verdad incómoda. Nos recuerdan que la rebeldía, aunque silenciosa, puede ser implacable, y que las historias, igual que el invierno, pueden helarnos y reconfortarnos a la vez.
Así que si este noviembre la calefacción ya ruge y la noche parece interminable, deja que una voz del siglo XIX te acompañe. No para volver atrás, sino para entender mejor por qué seguimos avanzando.
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