Un mundo sin superricos: ¿Fantasía o revolución inevitable?
¡Hola, hermanas del círculo!
Hace unos días me encontré con una información que me dejó paralizada: durante la guerra de Bosnia, algunos millonarios sin escrúpulos viajaban a Sarajevo para participar en “cacerías humanas”. Pagaban por hacer de francotiradores y disparar a civiles, incluidos niños y niñas, como si fuera un deporte. Una atrocidad tan monstruosa que cuesta incluso procesarla con la mente despierta.
Y claro, al leerlo pensé: Si hubo ricos capaces de viajar a una zona en guerra para matar por diversión… ¿qué ocurriría si la violencia —hipotéticamente— se invirtiera?
¿Si, por una vez, los intocables dejaran de serlo?
¿Si el daño sistemático que ejercen algunas élites económicas, mediáticas, políticas y empresariales tuviera un coste real?
¿Si la impunidad no fuera un privilegio hereditario?
Voy a ponerlo en palabras más directas: ¿qué beneficios tendría para el planeta, para nuestras sociedades y para nuestras vidas si existieran cacerías de ricos?
Una hipótesis, por supuesto. Solo eso. Un ejercicio imaginativo. Una forma extrema de iluminar una realidad que ya es extrema. No vayan ustedes a pensar que estoy incitando a la violencia... Tonterías...
Pero, en fin, a nivel simbólico es importante señalar lo insoportable: el poder se ejerce sobre cuerpos reales, y las élites no pagan las consecuencias. Esta reflexión es una manera bruta de hablar de una brutalidad que ya existe.
Imaginemos este mundo, este mundo imposible, para entender mejor el nuestro:
1. En un mundo con cacerías de ricos el daño no saldría gratis
La mayoría de las atrocidades contemporáneas no se cometen con un fusil:
se firman en despachos.
Derrames tóxicos, desahucios masivos, explotación laboral, paraísos fiscales, compras de políticos, detenciones ilegales, manipulación mediática, eliminación de derechos humanos básicos, guerras que se financian con dividendos… Pero quienes toman esas decisiones raramente pisan una cárcel. Tampoco pierden su casa. Ni su salud. Ni su reputación.
Si, hipotéticamente (siempre hipotéticamente, ya estás pensando mal), existiera la posibilidad de que quienes dañan a miles de personas fueran perseguidos como ellos persiguen beneficios, quizá asistiríamos al fin de la impunidad que hoy es la norma. Imagina un mundo donde hacer daño tiene consecuencias, de verdad.
Ese solo pensamiento —la posibilidad de que el poder dejaría de ser un escudo— ya es, en sí mismo, una revolución.
2. El planeta respiraría: menos destrucción y menos saqueo
Las grandes catástrofes ecológicas no las provocan “la gente normal” por que se te olvida reciclar las latas: las provocan empresas dirigidas por hombres con nombres y apellidos muy concretos, que firman desastres y luego se jubilan millonarios en sus mansiones frente al mar.
En un mundo donde esos mismos millonarios pudieran —hipotéticamente, ¡hipotéticamente!— convertirse en objetivo, ¿crees que seguirían arriesgándose a destruir ríos, selvas, mares enteros? ¿Que seguirían financiando lobbies para evitar leyes medioambientales? ¿Que seguirían mintiendo sobre emisiones o inventando estrategias de lavado verde?
Es probable que no.
El planeta ganaría lo que lleva siglos pidiendo: un poco de miedo, pero del otro lado.
Por primera vez, quienes destruyen tendrían algo que perder.
3. Una sociedad más justa, aunque sea por puro instinto de supervivencia
Esto es interesante: el poder solo cede cuando teme.
Siempre ha sido así.
En la hipótesis de estas cacerías, quienes hoy dictan reglas desde sus torres de cristal de repente se verían obligados a comportarse como cualquier otra persona:
—con cuidado,
—con ética,
—con responsabilidad,
—con límites.
Una sociedad donde los ricos no son intocables sería automáticamente una sociedad más democrática. Quizá no por convicción, pero sí por instinto básico: la conservación.
4. De repente, la desigualdad sería un problema urgente
A día de hoy, la desigualdad extrema es una estadística más.
Se publica, se olvida y se acepta.
Pero si hubiera —hipotéticamente, que ya os estoy viendo— un riesgo vital real para quienes monopolizan la riqueza, las desigualdades dejarían de ser un tema académico. Sería un asunto inmediato, de supervivencia.
Imagina a los multimillonarios diciendo:
“¿Cómo reducimos rápido esta brecha salarial?”
“¿Cómo hacemos para que la riqueza se reparta de forma más equitativa?”
“¿Cómo regulamos los mercados para que nadie quede aplastado?”
El miedo hace milagros que la ética no consigue.
5. La democracia ganaría profundidad (o nacería por fin)
Estamos acostumbradas a una democracia limitada: la que permite votar cada cierto tiempo, pero no tocar los privilegios que son realmente importantes.
En un mundo donde los ricos no fueran intocables, habría al fin margen para reformas profundas:
-
control real de monopolios,
-
fiscalidad justa,
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límites al poder financiero,
-
protección auténtica del bienestar social,
-
responsabilidad penal real para grandes fortunas y cargos políticos y corporativos.
No porque de repente se volvieran buenas personas, sino porque la alternativa sería… poco agradable para ellas.
6. La empatía volvería a entrar en la ecuación
Cuando no puedes ser alcanzado por el daño que generas, dejas de ver personas y empiezas a ver cifras.
Esto se ve en la guerra, en la economía, en los medios de comunicación, en la política.
Pero imagina un mundo donde los poderosos supieran que su estado vital también puede verse "alterado" por sus decisiones. Hipotéticamente.
Volverían a mirar a la gente de frente.
Volverían a ver consecuencias.
Volverían a sentir empatía.
A veces, la humanidad entra por el miedo a perderla.
7. La violencia estructural quedaría, por fin, al desnudo
Lo que más me interesa de esta hipótesis no es solo la fantasía de justicia poética, sino lo que revela:
La violencia contra la gente corriente es tan cotidiana que ya no nos escandaliza.
Sólo nos escandaliza cuando imaginamos que va en la otra dirección.
La idea de una “cacería de ricos” puede provocar rechazo en muchas personas porque es claramente violenta.
Pero es que la violencia real ya existe, solo que está distribuida hacia abajo. Porque las desigualdades de género y de clase son violencia, la vivienda inasequible es violencia, dejar morir a enfermas de cáncer por haber vuelto ineficaces los servicios de salud pública para el enriquecimiento de empresas privadas es violencia, negar seguros médicos a personas enfermas y dejarlas morir porque no pueden pagar sus tratamientos es violencia (esto lo entendió muy bien Luigi Mangione), decir que los inmigrantes van a construir las casas en los que viven los demás, es violencia, limitar o vulnerar el derecho al aborto es violencia, instrumentalizar la violencia sexual para alimentar el racismo es violencia, perdonar impuestos a los ricos mientras nos sangran a los pobres es violencia. Puedo seguir así hasta pasado mañana.
Esta entrada es una forma de gritar que la brutalidad ya está aquí:
económica, militar, judicial, mediática, empresarial, política.
Solo cambia quién aprieta el gatillo, y desde qué altura.
8. Entonces… ¿qué ganaría el mundo?
-
Un freno a la destrucción ambiental.
-
Empresas obligadas a actuar con responsabilidad real.
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Democracias más profundas y menos decorativas.
-
Reparto más justo de riqueza.
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Gobiernos que pensarían dos veces antes de aprobar leyes dañinas.
-
El fin de la impunidad como norma histórica.
Y lo más importante:
Ganaría visibilidad la violencia que hoy se ejerce de arriba a abajo, silenciosa y legitimada.
La hipótesis sirve para eso: para hacer audible lo que normalmente se esconde.
¿Te imaginas un mundo donde el poder tuviera límites reales?
Creo que la imaginación puede ser un arma poderosa para entender por qué el mundo está como está. Y que dejar volar la imaginación, nos puede llevar también a la acción. Hipotéticamente, por supuesto.
La idea de una “cacería de ricos” es extrema porque nos obliga a mirar directamente al corazón de la desigualdad, del abuso, de la impunidad. Y nos recuerda algo fundamental: la violencia no es una excepción; es un sistema.
Solo que casi nunca va dirigida hacia arriba.
Ahora te pregunto:
¿Cómo sería para ti un mundo donde las élites no fueran intocables?
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