La navidad en Euskadi: tradiciones, historias y magia

¡Hola, hermanas del Círculo!

Hay noches que se sienten distintas. No por las luces, ni por el frío, ni siquiera por el bullicio; sino porque parecen guardar un murmullo antiguo, como si la tierra siguiera recordando historias que llevan siglos viajando de boca en boca. Se oye el eco de las txalapartas en el valle, como si alguien despertara lentamente a la montaña, y el olor a laurel y humo de chimenea se mezcla en el aire frío que anuncia que el invierno ya se ha asentado en Euskadi.

La navidad en Euskadi tiene justamente ese brillo: una mezcla de costumbres paganas, leyendas que nacieron antes del cristianismo y tradiciones que han sabido transformarse sin perder su esencia.

Hoy quiero invitarte a un viaje lento, casi ceremonial, para descubrir cómo celebramos la navidad en Euskal Herria: quién es realmente el Olentzero, qué papel juega Mari Domingi, por qué el solsticio de invierno es tan importante para nosotras, y qué tradiciones siguen marcando este tiempo de luz renacida.

Ponte cómoda, siéntate con un té calentito y escucha.

El solsticio de invierno: el origen de todo

Antes de árboles decorados, adornos y calendarios de adviento, en Euskadi se celebraba la noche más larga del año. El solsticio (“Eguberri” o “Neguburu”) , que marca el inicio del invierno, era un momento poderoso: la oscuridad alcanzaba su punto máximo y, a partir de ahí, la luz renacía.

Las hogueras, cantos y reuniones familiares eran formas de acompañar ese renacer. Por eso muchas tradiciones navideñas vascas tienen un tono más ancestral, conectado con la tierra y los ciclos estacionales. 

Santo Tomás: el mercado que anuncia la navidad

El 21 de diciembre se celebra en Euskadi una de las fiestas más queridas: la Feria de Santo Tomás. Tiene su origen en el siglo siglo XIV, cuando campesinas y campesinos viajaban a la ciudad para pagar las rentas al propietario de las tierras y aprovechaban para vender productos de caserío y comprar lo necesario para las fiestas.

Hoy es una celebración popular que marca el inicio “oficial” de la navidad en Euskadi. Entre talos con txistorra, txakoli, sidra, artesanía, animales de caserío y música, la feria mantiene vivo ese espíritu rural y comunitario tan característico de la cultura vasca.

Olentzero: el carbonero que anuncia la luz

Olentzero es, sin duda, el corazón de la navidad vasca. Pero antes de convertirse en el entrañable personaje que recorre pueblos y ciudades repartiendo regalos la noche del 24 al 25 de diciembre, fue un jentil: uno de aquellos seres mitológicos gigantes y paganos que habitaban los montes antes de la llegada del cristianismo.

Su figura aparece recogida desde el siglo XVII y XVIII en diferentes versiones locales, aunque su origen es muy anterior. En las leyendas tradicionales, Olentzero es el último de los jentilak, quienes —al ver aparecer en el cielo una estrella brillante que anunciaba una nueva religión— decidieron desaparecer. Solo uno quedó: el carbonero que hoy es Olentzero.

En la mitología vasca, esta figura tenía un carácter algo siniestro, con la cara negra de hollín, que llevaba un saco, portaba una escoba de brezo para fustigar a los niños traviesos y usaba una hoz para cortar las cabezas de quienes habían sido muy malos.  También se decía que bajaba del monte una vez al año para avisar a las casas de que el solsticio había llegado: que la noche más larga había pasado y que, poco a poco, la luz volvería a crecer. 

La mayoría de especialistas coincide en que Olentzero es un símbolo de transición: del mundo pagano al cristiano, del invierno a la luz… y también de la comunidad rural que celebraba el renacimiento del sol. Su figura se integró después en la navidad cristiana como mensajero de paz y abundancia. Durante la dictadura franquista (1939-1975), el Olentzero fue prohibido, pero tras la muerte del dictador se recuperó su figura.

Foto: Turismo de Bilbao 

Antiguamente, muñecos de Olentzero a tamaño humano, hechos con ropa vieja y rellenos de paja se quemaban en la calle, y sus cenizas se usaban para proteger el hogar, prevenir las enfermedades de las reses y el rebaño, fertilizar los campos y salvaguardar los terrenos de toda clase de alimañas, preparar remedios caseros y confeccionar amuletos.

Hoy en día, el carbonero vasco sigue siendo tosco, fumador (siempre en pipa) y borrachín (siempre vino), pero trabajador y muy humano. En todos los pueblos vascos su figura recorre las calles con fanfarrias y música, acompañado de otros seres mitológicos. Además, cuenta con su propia canción tradicional que todas aprendemos en la infancia.

En realidad, su mensaje sigue siendo el mismo: la luz vuelve, la comunidad se reúne y la vida continúa. 

Mari Domingi nos devuelve el equilibrio

Mari Domingi es una incorporación más reciente, pero cargada de sentido. Muchas localidades la incluyeron desde finales del siglo XX como figura que acompaña a Olentzero y es su par, no su ayudante ni su esposa.

El personaje de Mari Domingi se creó basándose en la mención a una mujer que se realizaba en una canción popular navideña recogida por Resurrección María de Azkue a principios del siglo XX. 

Se la describe como una pastora y agricultora, conocedora de la tierra y sus secretos, así como del recorrido del Sol y las fases de la Luna y del uso de las plantas medicinales. Su imagen más extendida es la de una mujer con el atuendo tradicional inspirado en la indumentaria medieval vasca, con el gorro típico de la zona en la cabeza (burukoa) y un cesto lleno de manzanas. 

Mari Domingi simboliza esa parte de la historia que había quedado en sombra, y hoy en día forma parte imprescindible del imaginario navideño en Euskadi. Surge como una forma de equilibrar el relato: si en la mitología vasca la presencia femenina es tan fuerte (la diosa Mari, las sorginak, las lamias) ¿por qué no incluir también una figura femenina en la navidad?

La subida al Gorbea: conexión con la naturaleza

Muchas personas y familias enteras realizan el 1 de enero o el 31 de diciembre una subida al Gorbea, uno de los montes emblemáticos de Euskadi. Tiene una altitud de 1.482 metros sobre el nivel del mar y su cima está coronada desde 1899 por una cruz de más de 17 metros.

Esta no es una tradición tan antigua como la del Olentzero, pero sí está muy arraigada. Ascender hasta la cruz del monte va más allá de una simple caminata montañera: es una oportunidad para desconectar, respirar aire puro y dar la bienvenida al nuevo año en un entorno natural. Subir al Gorbea en estas fechas simboliza empezar el año “tocando cielo”, dejando atrás lo viejo y abriéndose a lo nuevo.  Puede haber nieve y viento, pero también hay una sensación de renacer que conecta directamente con el espíritu del solsticio. 

Otras tradiciones navideñas vascas

  • El árbol de navidad vasco: en algunos lugares se colocaba el gabonetako zuhaitza (árbol de navidad), decorado con manzanas, nueces y cintas.

  • Cantos de adviento y villancicos vascos (gabon kantak): más sobrios, más melódicos, en euskera y con mucha presencia de la naturaleza en sus letras. 

  • Cena de nochebuena muy casera: bacalao, besugo, cordero… y siempre productos locales. Mi ama me contaba que, de niña, el regalo de nochebuena era comer naranjas de postre.

  • Cabalgatas propias: Todas las localidades y pueblos mantienen representaciones tradicionales con personajes locales y mitológicos, incluidos, por supuesto, Olentzero y Mari Domingi. En las celebraciones actuales suelen aparecer también los galtzagorris, pequeños seres mitológicos de pantalones rojos, traviesos y nocturnos (muy cercanos a los duendes y trasgos), tradicionalmente ligados a los caseríos y al ámbito doméstico. Aunque no formaban parte de la Navidad vasca ancestral ni de las celebraciones del solsticio, hoy se han incorporado al imaginario navideño como ayudantes, en un intento de recuperar personajes propios de nuestra mitología.

¿Qué diferencia a la navidad en Euskadi del resto?

Creo que lo que define la navidad vasca de otras zonas no es que tengamos unos ritos especialmente únicos, sino que es más el modo de sentirla:

  • Un vínculo muy fuerte con la naturaleza: del solsticio a las subidas al monte.

  • Raíces precristianas vivas, integradas en la actualidad.

  • Unas figuras propia, Olentzero y Mari Domingi, que no son reyes ni santos, sino un carbonero y una pastora del pueblo.

En mi opinión, siempre ha sido una navidad menos brillante y más íntima, menos de escaparate y más de hogar, de fuego, de historias y de caminar juntas  hacia la luz. Por desgracia, hemos caído en la vorágine consumista y capitalista de empezar a encender las luces navideñas en noviembre y, sinceramente, me da mucha pena que se esté perdiendo este espíritu navideño de mi niñez (abuela cebolleta modo +on).

La magia sigue ahí

La navidad en Euskadi siempre ha estado hecha de leyendas antiguas, de personajes que han sobrevivido siglos, de tradiciones rurales que aún resisten y de pequeños gestos que siguen uniendo a la comunidad.

Si te apetece seguir celebrando el invierno de manera consciente, conectada con la tierra y sus ritmos, te invito a seguir leyéndome para que la magia del Olentzero y de Mari Domingi llegue a más personas.

Celebres como celebres, o no celebres nada en absoluto, que esta navidad te encuentre tranquila y conectada con lo que a ti te importa.

👉 ¿Qué tradición navideña es tu favorita o cuál te gustaría descubrir?

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