Organizarnos ante el avance de la extrema derecha (antes de que sea tarde)
¡Hola, hermanas del Círculo!
La madrugada del 26 de octubre el centro social La Siembra en Ciudad Real sufrió un intento de asalto y amaneció con pintadas que decían: “Viva Vito Quiles” junto a una esvástica, y “rojos maricones” con una diana. Un mensaje tan explícito que parecía sacado de los años en los que ETA estaba activa.
Al día siguiente, Milei arrasaba en las elecciones legislativas de Argentina gracias, en buena parte, al 60% de abstención.
Al mismo tiempo, vemos cómo los grupos de extrema derecha en España no solo venden libros de Hitler, sino que también organizan entrenamientos en artes marciales y campañas xenófobas. De hecho, el pasado 1 de diciembre se desarticuló la primera célula terrorista supremacista detectada en España, que ya había "manifestado su disposición a realizar atentados" .
Y aquí estamos, mirando cómo se expande el fascismo y quejándonos en Bluesky mientras nos come vivas la violencia organizada, la deshumanización y la apatía social.
Pero estamos ante un ataque organizado, una amenaza tangible. Y no es momento para discursos blandos. Por eso, combatir el fascismo exclusivamente desde casa ya no es suficiente. Es momento para resistencia real, preparación y acción colectiva.
Estamos bajo amenazaLas pintadas con insultos, símbolos de diana y esvásticas son intimidación directa y tácticas terroristas. Junto a ello, los entrenamientos paramilitares, la propaganda fascista y la movilización de odio están en crecimiento y en la calle.
La abstención, la inacción y la fragmentación de la izquierda son variables que permiten que la ultraderecha gane terreno. No por casualidad, sino por estrategia. Y esto es una parte muy importante del problema.Este contexto exige claridad: vamos a resistir, no simplemente a quejarnos.
No basta con tener razón: hace falta músculo
La superioridad moral no nos salva de un puñetazo ni de una emboscada. Porque sí, somos moralmente superiores que cualquier persona que dice (o piensa): "Tu discapacitado, tu problema", o que cualquiera que considera que personas de distintas razas, orientaciones sexuales o ideologías deben ser exterminadas. Por supuesto que somos moralmente superiores a la extrema derecha.
Pero pelear con las mismas armas, no significa convertirnos en otra versión de ellos, sino de construir una defensa estratégica, eficaz y ética. Y sí, eso implica preparación. Porque cuando te plantas frente a alguien entrenado para la violencia, no basta con buena voluntad. Y actualmente no tenemos esta preparación ni de lejos.
Acciones concretas: acción comunitaria y autoprotección
No deberíamos normalizar la violencia y sí sería interesante, quien quiera y quien pueda en la medida de sus posibilidades, empezar a organizarnos. Y para eso, propongo algo más que indignación: un plan de resistencia real, colectiva y con perspectiva de género. Cada cual, dentro de sus posibilidades.
1) Cuerpo fuerte, mente firme
No podemos seguir siendo físicamente vulnerables. La fuerza no es un concepto patriarcal: es una herramienta de supervivencia, de defensa y ataque cuando es necesario y prudente.
Necesitamos musculación, resistencia y trabajo corporal. No para “imitar a los fascistas” o volvernos como ellos, sino para tener control sobre nuestro cuerpo, poder movernos y proteger a otras. No somos como ellos porque no queremos dominar: queremos vivir. Pero vivir implica protegernos. La ingenuidad no es bondad: es vulnerabilidad. Y la extrema derecha se aprovecha de cada gesto de ingenuidad, de cada silencio y de cada abstención.
Y también necesitamos entrenamiento psicológico: saber gestionar el miedo, mantener la calma y apoyar emocionalmente a nuestras compañeras tras una agresión.
2) Organizarnos en colectivoLa extrema derecha se organiza. Nosotras también debemos hacerlo. Las redes de barrio importan porque una vecina sola es vulnerable; un barrio coordinado es un objetivo difícil.
Algunas cosas que pueden hacerse:
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Crear grupos de acompañamiento nocturno o para personas vulnerables y/o en barrios vulnerables y redes de seguridad locales: tiendas y espacios que sirvan como refugio seguro. A veces, saber que puedes correr dos calles y refugiarte en un comercio puede ser la diferencia entre la agresión y la vida.
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Definir listas de contactos de emergencia: móvil colectivo, teléfonos útiles...
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Activar turnos de observación o acompañamiento cuando haya actos de riesgo.
3) Documentar y exponer: sin memoria no hay justicia
- Sacar fotos, guardar capturas, escribir lo que viste y oíste, con lugar, fecha y hora.
- Denunciar, aunque no prospere. Difundir, aunque te digan que exageras.
4) Cultura, formación y memoria: la resistencia también se canta
No hay lucha sin cultura. Complementemos todo esto con formación, talleres, murales, lecturas, cine, teatro, formación sobre memoria y antifascismo. Combatir el odio es también narrar lo que somos: la pluralidad, la libertad, la ternura, la solidaridad. No dejemos que se reapropien del relato. Nombrar el fascismo, visibilizarlo, denunciarlo: eso también es lucha.
Si puedes, fórmate en algunas de estas materias:
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Autodefensa feminista: no es postureo; es aprender a escaparte, a zafarte, a gestionar una situación de máxima tensión. La autodefensa feminista te ayuda a bloquear y resistir agresiones. Aprender a usar la voz, el cuerpo y el entorno. Busca cursos serios, por favor.
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Primeros auxilios y RCP: si hay ataque, que haya quien pueda actuar. Cada minuto cuenta cuando hay una agresión. Formémonos para primeras actuaciones en caso de hemorragias, inconsciencia, inmovilización. Ten siempre en casa un botiquín básico y aprende dónde hay desfibriladores en tu zona (centros de salud, ayuntamientos, metro). En caso de agresión, debemos saber qué hacer o conocer a personas que sepan qué hacer y a quién avisar.
Otras herramientas de protección y/o ataque en caso necesario: Fórmate en el uso de otros materiales o instrumentos que consideres necesarios. Quien quiera entender, que entienda.
El odio también actúa en red. Aprendamos seguridad digital: contraseñas fuertes, cuentas separadas, mensajería cifrada, cuidado con lo que compartimos. Revisa quién tiene acceso a listas, protege chats, evita filtraciones.
No es paranoia: es protección.
Y tengamos listos los “kits de crisis”: contactos de medios, despachos legales, ONGs, colectivos aliados y redes de comunicación. Cuando el fascismo golpea, la rapidez con la que respondemos puede marcar la diferencia entre el silencio y la resistencia.
6) Voto activo: el antifascismo también se hace en las urnas
Estoy cansada de escuchar que los partidos de izquierdas no son suficientemente de izquierdas, que no nos representan al 100%, que son demasiado apoyo del PSOE o demasiado poco apoyo del PSOE, que se pegan tiros en los pies... Votar no es una declaración de amor a un partido: ahora mismo es una herramienta de defensa colectiva.
Hay quienes prefieren quedarse criticando a los de “la izquierda imperfecta” antes que salir a votar. Y mientras tanto la derecha organiza, moviliza y gana. La ultraderecha avanza porque actúa. Porque se organiza, entrena, adoctrina y sale a la calle. Votan aunque sus representantes les den asco, porque tienen muy claro quién defiende sus privilegios y tienen una conciencia de clase que ya quisiera yo para la clase trabajadora. Mientras la extrema derecha se toma el voto como quien tiene que fichar, una obligación, buena parte de la izquierda se queda en casa criticando purezas ideológicas, inactiva. El resultado es la victoria para el odio. Cuando nos quedamos en casa, la derecha gana. Cuando nos activamos, hay posibilidades de cambio.
Ya no es admisible decir que tenemos que votar tapándonos la nariz. Porque cuando gobierne la extrema derecha en nuestro país, no va a haber manos para tapar el hedor a podredumbre.
Mientras ellos votan, nosotras discutimos en redes, nos desmovilizamos y vemos esta situación como si fuera absolutamente inevitable. Parece que nos hemos rendido sin plantar cara, sin agotar todos nuestros recursos.
Si no reaccionamos ahora, pronto no habrá ni espacio ni libertad para hacerlo. No se trata de crear pánico, sino conciencia.
7) Responsabilidad institucional: exigir, no mendigar
La autodefensa colectiva no exime al Estado de su deber, que actualmente está sosteniendo, cuando no favoreciendo directamente el auge de la extrema derecha.
Exijamos iluminación en calles, apoyo a centros sociales, educación en derechos humanos, presencia policial efectiva (y no represiva), y memoria histórica. Y, sobre todo, prevención: no sirve de nada reaccionar cuando ya tenemos una diana pintada en la pared.
Si la izquierda sigue en el sofá, criticando, filosofando o esperando la candidatura perfecta, el fascismo seguirá avanzando.
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Vota e impulsa el voto, articula mensajes reales en todas las plataformas que puedas. No es cuestión de fe ciega, sino de estrategia práctica.
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Coordina con colectivos antifascistas, sindicatos y plataformas de barrio para animar al voto.
Acompaña a personas que quieran votar pero tengan movilidad reducida u otras dificultades para acercarse a las urnas.
El sistema contra el que estamos
El horario cultural, el sistema de productividad, el aislamiento de los barrios… todo esto favorece a quienes quieren que no salgamos, que no nos movilicemos, que no usemos nuestras calles.
Que anochezca a las 17:30 en invierno tampoco no es inocente: favorece que volvamos a casa, que no quede energía para lo colectivo, que abandonemos la calle, lo comunitario y la acción para meternos en casa prontito y desmovilizarnos. Que los programas de prime time terminen a medianoche tampoco es casual: alimentan el ciclo “trabajo-consumo-pantalla-sueño”. Que las campañas del black friday o de navidad cada año comiencen antes, tampoco. El mandato es trabajar y consumir. Es una máquina que sincroniza con la lógica del capital.
Y la ultraderecha lo sabe: invade espacios vacíos, instala miedo, conquista la pasividad.
Urgencia y responsabilidad colectiva
No hay discursos bonitos que valgan frente a una diana pintada. No hay “buenismo” posible ante un sistema que legitima el odio, ni esperanza sin acción.
Así que basta de romanticismo. No hay tiempo que perder: organicémonos, votemos, entrenemos, cuidémonos, defendámonos. Porque no somos “como ellos”, pero sabemos exactamente contra quiénes luchamos.
Y porque el antifascismo, hermanas, no se predica: se practica.
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